CHISTES CORTOS






      


         
     
         
      
       
      
          


      









           
         



          
          
        
        
         
        



          
          
         
       
        
       
         
       



          
        



         
        
         
        
        
        
          
       



PALABRAS Y
EXPRESIONES

GRAMÁTICA

ORTOGRAFÍA


CHISTES   (Pág. 4 de 5)


Otros chistes tomados de la red


Un hombre pasado de tragos se tropieza con un militar y le dice:
—Disculpe mi sargento...
—¿Cómo que sargento? ¿no ve las estrellas?
—Bueno, disculpe; mi cielo.



—Un borracho se encuentra con un amigo. Este, al ver que tiene las orejas en carne viva, le     pregunta:
—¿Pero qué te pasó?
—Es que mi mujer dejó la plancha encendida, sonó el teléfono y yo agarré la plancha por     equivocación.
—¿Pero qué te pasó en la otra oreja?
—Pues el maldito imbécil volvió a llamar.



El sacristán de una pequeña iglesia llega a un hotel con una jovencita muy linda y pide un cuarto. En ese momento se acerca un grupo de sacerdotes. El sacristán, muy asustado, empieza a retirarse disimuladamente
El administrador del hotel, viendo que el sacristán se iba, le gritó: ¡Oiga! ¿Y el cuarto?
«Honrarás a tu padre y a tu madre».  —contestó el sacristán.



—¿Sabes por qué Jesús al resucitar se presentó primero ante las mujeres?
—Hombre, porque así la noticia correría como la pólvora.



Iba en mi auto por una carretera y una joven, imprudentemente, me estaba tratando de pasar en su moto. Le grité... ¡vacaaaa!
Volteó la cabeza enfurecida y mirándome a los ojos, me gritó: ¡imbécil !   
La pobre se estrelló contra la vaca.



—¿Qué función desempeñan las rayas de la ventana trasera del carro?
— Desempañan.
—¡Ah! ¿Qué función desempañan las rayas esas?



Un señor llama a la casa de su vecino y le dice:
Mi gato mató a su perro. Lo siento mucho.
—¡Eso es imposible! contestó el vecino. Mi perro es un dovermann.
—Sí. Sí. Y mi gato, hidráulico.



En un restaurante

—¡Camarero, le he pedido cien veces un vaso de agua!
—¡Ay, sí!. Ahora mismo.   ¡Cien vasos de agua para el señor!

—¿El pescado viene solo?
—No señor. Se lo traeré yo.

—¿Vino de la casa, señor?
—¿Y a usted qué le importa saber de dónde vine?

Un señor entra en un restaurante y el camarero le pregunta:
—¿Qué desearía el señor?
—A ver... Déjeme pensar. Bueno, desearía tener una casa en la playa y mucho dinero.
—No, disculpe. ¿Qué le gustaría?
—¡Que qué me gustaría! Me gustaría estar aquí con la mujer más bella del mundo.
—¡No hombre! ¿Qué va a pedir de comida?
—¡Ah! Eso se pregunta primero. ¿Qué hay?
—Pues nada de nuevo; por aquí, como siempre, atendiendo a los clientes...

En un corrientazo, el mesero le explica al cliente:
—Tenemos un plato de quince mil pesos y otro de ocho mil.
—¿Y cuál es la diferencia?
—Siete mil pesos.

—¡Mesero!
—¿Sí señor?
—Pruebe la sopa.
—¿Cómo? ¿Acaso tiene un mosco? Se la puedo cambiar.
—No, no es eso; pruebe la sopa.
—¿Está fría? Se la puedo hacer calentar.
—No señor. Pruebe la sopa.
—¿Tiene un pelo?
—No, nada de eso. Le estoy pidiendo que pruebe la sopa.
—Bueno, la probaré. ¿Dónde está la cuchara?
—Exacto. Ni usted ni yo la podemos probar. ¡Tráigame una!

—¿Cómo encontró el bistec?
—Por casualidad, debajo de una de las papas.



—El alcohol no resuelve los problemas.
—La leche y el agua tampoco.



—¿Cómo se llaman las personas nacidas en Cali?
—No me sé el nombre de todas.



En la ventanilla de un banco

—Señor, ¿cómo quiere que le dé el dinero?
—¿Qué le parece si yo alargo la mano y usted me lo pone en ella?



En una oficina

Virginia, realmente no sé qué haríamos sin usted; pero desde mañana, lo averiguaremos.



En un consultorio médico
—Le tengo alergia al vino.
—¿A qué vino?
—A una consulta; doctor.

—Señora, en la próxima consulta será importante que analicemos el inconsciente.
—Doctor, va a ser difícil que mi marido quiera venir.

—Doctor, no me encuentro bien.
—Pues búsquese mejor.

—¿Doctor, qué me recomienda para conservar el poco pelo que me queda?
—Una cajita.

Una señora muy angustiada llama al médico de la familia.
—Doctor, mi hijo se tragó el bolígrafo.
—No se preocupe que voy enseguida.
—Mientras llega, ¿qué hago?
—Escriba con lápiz.

—El médico dice que eres hipocondríaco.
—¿Ves? Y tú diciendo que no tenía nada...




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